Recopilación del Corán en la Época del Profeta (BP) - Historia del Corán
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Husaîn Yavân Ârâsteh
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Historia del Corán Recopilación del Corán en la Época del Profeta (BP) Por: Husaîn Yavân Ârâsteh Traducción: Dra. Zohre Rabbani Introducción Uno de los temas más minuciosos en las Ciencias del Corán es el estudio histórico de la escritura y recopilación de este Libro Sagrado. A cada musulmán le atrae la idea de conocer la cronología de su Libro, así también de conocer también el interés de los primeros musulmanes y discípulos del Profeta (BP) hacia este Libro Sagrado. Es interesante para un musulmán saber cuál fue la trayectoria del Corán en la historia, la trayectoria de ese mismo Libro Sagrado que tiene en sus manos sin ninguna alteración ni cambio. La historia atestigua que la presentación del mensaje Divino se enfrentó con tal recibimiento que fue causa de asombro para todos. Los musulmanes en dos campos, el de la “memorización” y “registro del Corán” utilizaron todas sus fuerzas y recursos, y entraron en escena con tal fervor y entusiasmo que el cálamo es incapaz de describir. La etapa de memorización del Corán. En un principio, sus nobles y fieles seguidores, grabaron el Corán en sus pechos y memorias. Los árabes gozaban de esta gracia Divina –la fuerte memoria- en un nivel eminente. Ellos, a pesar de sus numerosas privaciones, eran famosos por su inteligencia y buena retentiva. Memorizaban largas poesías con facilidad, de tal modo que podían albergar en sus memorias una obra completa de poesía. El árabe de la época anterior al Islam, podía guardar en su mente para siempre lo que sólo oía o escuchaba una sola vez. Esta particularidad los había hecho célebres entre la gente. El Corán, con su mágica y milagrosa expresión, tanto en su forma como en su contenido, presentaba a tal gente la Palabra y Mensaje más bello que penetraba en lo más profundo de las almas. Las primeras aleyas y suras reveladas en La Meca eran composiciones en prosa rimada. El ritmo de las aleyas y suras era tan atractivo y encantador que los hacía abstraerse de cualquier otra cosa; el Mensajero del Islam también animaba a sus discípulos a memorizar las suras y aleyas. En el comienzo del Mensaje, en la ciudad de La Meca, no existían ni numerosos escribas ni los medios para escribir; en tales circunstancias los musulmanes árabes emplearon la fuerza de su memoria en el camino más sagrado, e hicieron de sus corazones y pechos el lugar de las iluminadas aleyas coránicas. La etapa de la escritura del Corán. Era muy evidente la necesidad de que se escribiera el Generoso Corán durante la vida del Profeta (BP) ya que confiar únicamente en la memorización del Libro Sagrado no podía brindar la seguridad necesaria en cuanto al resguardo de éste. Por lo tanto, aunque en un principio eran muy escasos aquellos que eran instruidos –de modo que algunos mencionan que el número de personas instruidas en La Meca era de diecisiete-, el Mensajero del Islam por la gran importancia que daba al Corán, seleccionó a estas personas para grabar y registrar exactamente las aleyas coránicas. Cada vez que descendían aleyas del Corán, convocaba a los escribas de la Revelación y les pedía que las asentasen. Este grupo fue denominado “Kuttâb Al-Wahî” (Los escribas de la revelación). Los escribas de la Revelación. Casi todos están de acuerdo en que Imâm ‘Alî (P) fue uno de los primeros y continuos anotadores de la Revelación.[1] Es necesario saber que aparte de estos escribas existieron algunos otros que asentaban para el Profeta (BP) los pactos, convenios y cartas; y no es descabellado pensar en la probabilidad de que el nombre de estas personas haya sido incluido erróneamente en la lista de los escribas de la Revelación. Ia‘qubî en su libro de historia escribe: “El Enviado de Dios tenía unos escribas que registraban la Revelación, las cartas y pactos; ellos eran: ‘Alî Ibn Abî Tâlib(P), ‘Uzmân Ibn ‘Affân, ‘Amrû Ibn Al-‘Âss Ibn Umaîîâh, Mu‘awîîah Ibn Abî Sufîân, Sharhabîl Ibn Hasana, ‘Abdul·lah Ibn Sa‘d Ibn Abî Sarh, Mugaîrah Ibn Shu‘bah, Ma‘âdh Ibn Ÿabal, Zaîd Ibn Zâbit, Handzalah Ibn Rabî‘, Ubaîî Ibn Ka‘b, Ÿuhaîm Ibn Salt y Hasîn Ibn Numaîr”.[2] Ibn Shahr Âshûb en su obra Manâqib, menciona a los escribas de la Revelación de la siguiente forma: “Imâm ‘Alî (P) escribía principalmente la Revelación, también escribía otros mensajes. Ubaî Ibn Ka‘b y Zaîd Ibn Zâbit escribían la Revelación. Zaîd y ‘Abdul·lah Ibn Arqam escribían las cartas para los reyes. ‘Alâ’ Ibn ‘Uqbah y ‘Abdul·lah Ibn Arqam escribían los contratos y escrituras. Zubaîr ibn ‘Awâm y Ÿuhaîm Ibn Salt escribían las ayudas monetarias y limosnas. ‘Uzmân, Jâlid y Abân (estos dos últimos hijos de Sa‘îd Ibn ‘Âss), Mugaîrah Ibn Shu‘ba, Hasîn Ibn Numaîr, ‘Alâ’ Ibn Hadramî, Sharhabîl Ibn Hasanah, Handzalah Ibn Rabî‘ Asadî y ‘Abdul·lah Ibn Sa‘d Ibn Abî Sarh –este último traicionaba al escribir y el Enviado de Dios lo maldijo y él renegó de su fe- eran escribas del Profeta”.[3] Ibn Abî Al-Hadîd argumenta: “Los investigadores de la Historia sostienen que Imâm ‘Alî (P), Zaîd Ibn Zâbit y Zaîd Ibn Arqam escribían la Revelación y Handzalah Ibn Rabî’ y Mu‘awîîah Ibn Abî Sufîân escribían las cartas a los reyes y jefes de tribus, etc.”[4] Así, se esclarece que los expertos están de acuerdo en que sólo un escaso número de entre los discípulos del Profeta (BP) asumían la escritura de la Revelación, y muchos de aquellos cuyos nombres se hallan en la lista de los escribas, asumían la escritura de otros asuntos fuera de la Revelación. Râfi‘î luego de plantear la discrepancia en cuanto a los escribas, expone: “Todos concuerdan en que cinco personas asumían la escritura de la Revelación que son: ‘Alî Ibn Abî Tâlib(P), Ma‘âdh Ibn Ÿabal, Ubaî Ibn Ka‘b, Zaîd Ibn Zâbit y ‘Abdul·lah Ibn Mas‘ûd”.[5] Los medios de la escritura del Corán. Los medios de la escritura en la época del descenso del Corán eran muy sencillos. Los musulmanes utilizaban todo aquello que era posible escribir sobre ello. En numerosos dichos en cuanto al tema, se menciona el nombre de esos medios, en los cuales todos los expertos del Corán coinciden. ‘Usub, plural de ‘asîb: la rama de una palmera a la cual le arrancaban las hojas y escribían en su parte más ancha. Lijâf, plural de lajfah: pequeñas piedras y las piedras en forma de delgadas láminas. Riqâ‘, plural de raqa‘ah: las hojas de papel, árbol o piel delgada. Adîm, plural del adam ó udm: pedazos de piel curtida de los animales. Aktâf, plural de katif: huesos de camello u oveja. Aqtâb, plural de qatab: tabla de madera que se utilizaba como montadura de camello. Adlâ‘, plural de dil‘: huesos planos de las costillas de los animales. Harîr, tela de seda en la que a veces escribían el Corán. Qarâtîs, plural de qirtâs que significa papel. Shidzâdz, un tipo de madera.[6] El Dr. Râmîâr registra: “Los árabes de esa época conocían el papel. En ese entonces se fabricaba el papel en la India y de ahí lo enviaban al Yemen, y en invierno y verano por medio de las caravanas comerciales lo mandaban del Yemen a Shâm, y de ahí a Roma. En ese entonces la Península Arábiga era el punto medio del comercio entre el norte y sur”.[7] La forma en que se escribían las aleyas Coránicas. A) El registro según el orden de la revelación de las aleyas. Por orden del profeta (BP), los escribas de la revelación, registraban las aleyas de cada sura que empezaba con el basmala (la fórmula: Bismil·lah ar-Rahmân ar-Rahîm) en el orden en que eran reveladas. El orden y disposición de las aleyas que eran reveladas era dispuesto bajo la total supervisión del Profeta (BP) sin que interviniera el criterio u opinión de ninguno de los escribas. Esta misma disposición de las aleyas reveladas unas tras otras conforman una sura del Sagrado Corán, y el desafío coránico de “presentar suras semejantes” es considerando esas mismas suras. Los escribas que asumían la anotación del Mensaje, escribían las aleyas seguidas y según el orden de su descenso. Cuando descendía un “Bismil·lah...” entendían que la sura anterior había culminado y una nueva había sido iniciada. En una narración de Imâm As-Sâdiq (P) leemos: كان يعرف انقضاء سورة بنزول بسم الله الرحمن الرحيم ابتداء لأخرى “La culminación de cada sura era conocida a través del descenso de Bismil·lah ar-Rahmân ar-Rahîm al comienzo de otra sura”.[8] Ibn ‘Abbâs relata: “El Mensajero del Islam advertía la culminación de una sura y comienzo de otra a través del descenso del «Bismil·lah ar Rahmân ar-Rahîm».[9] De este modo las aleyas coránicas fueron ordenadas en el marco de suras, basándose en su orden natural que era el mismo orden que el de la Revelación. Las aleyas mecanas en suras mecanas, y las aleyas medinesas en suras medinesas. Aunque a veces era posible que transcurriera cierto tiempo hasta que se completara una sura, cuyas aleyas eran descendidas de a poco. B) La escritura, sin observar el orden de la Revelación, por orden del Profeta (BP). Según los documentos históricos, en ocasiones el Mensajero del Islam (BP) ordenaba a los escribas que registraran las aleyas descendidas en el contexto de una sura ya descendida y culminada anteriormente. Esta forma de ordenamiento de las aleyas, que era fuera del curso natural del descenso, necesitaba de la clara indicación de la persona del Profeta (BP), y sin duda alguna encerraba una razón y conveniencia. Ibn ‘Abbâs manifiesta: “Luego de pasar un tiempo en el que habían descendido suras, descendían aleyas separadas. El Profeta (BP) convocaba a los escribas y decía: “Anotad estas aleyas en la sura que tiene tales características”.[10] En otra transmisión de Ibn ‘Abbâs está registrado que: “La última aleya revelada fue la aleya: ﴿ وَاتَّقُواْ يَوْمَاً تُرْجَعُونَ فِيهِ إِلَى اللّهِ ﴾ wattaqû îâûman turÿa‘ûna fihi ilâl·lah «Y temed el día en que seáis retornados a Al·lah». El Arcángel Gabriel le comunicó al Mensajero de Dios que la colocara como la aleya 281 del Sura Al-Baqarah”.[11] Cabe destacar que los documentos históricos dan cuenta que esta forma de ordenamiento de las aleyas ha sido muy inusual, y la recopilación general de las aleyas (de una misma sura) era en el mismo orden natural del descenso. Aquí exponemos otro ejemplo: ‘Uzmân Ibn Abil ‘Âss argumenta: “Me encontraba en presencia del Enviado de Dios (BP) cuando se le presentó el Arcángel Gabriel. El Profeta (BP) dijo: “El Arcángel me ordenó colocar la aleya: ﴿ إِنَّ اللَّهَ يَأْمُرُ بِالْعَدْلِ وَالإِحْسَانِ وَإِيتَآءِ ذِي الْقُرْبَى ﴾ Innal·lâha îa’muru bil ‘adli wal ‘ihsâni wa itâ’i dhîl qurbâ «Por cierto que Dios preceptúa la justicia, la caridad y la liberalidad para con los parientes…» entre las aleyas respecto al “testimonio” y el “pacto” de la Sura An- Nahl (16:90).[12] C) La escritura, sin observar el orden de la Revelación, y en base al criterio de los Compañeros del Profeta. En algunas suras del Generoso Corán, el orden de las aleyas no está de acuerdo con el orden natural del descenso, así también carecemos de un documento para poder atribuirlo al Profeta (BP). Maÿlisî en su conocida obra Bihârul Anwâr considera la Sura Al-Mumtahinah (Nº 60) como una de estas suras. Las primeras nueve aleyas fueron descendidas en el año octavo de la hégira referentes a Hâtib Ibn Abî Balta‘ah.[13] Después de estas aleyas, existen dos aleyas cuyo descenso sucedió en el sexto año de la hégira, después del suceso del Pacto de Hudaîbîîah, y se refieren a la huída de una mujer de nombre Sabî‘ah Aslamîah o Kulzûm Bint ‘Uqbah.[14] El descenso de la décimo segunda aleya fue en el año noveno de la hégira, y está relacionada con el juramento de lealtad de las mujeres.[15] La última aleya de esta sura, en lo que hace al contenido, coincide perfectamente con la primera aleya de la misma.[16] ¿Acaso el orden de las aleyas fue realizado por disposición del Profeta (BP) o no? Tras lo desarrollado en cuanto a la forma de la escritura de las aleyas del Corán, se plantea un interrogante básico, que no ha sido respondido en forma unánime: ¿Acaso el orden de las aleyas en cada sura fue por orden del Profeta (taûqîfî); o siguiendo el criterio personal de los Compañeros (iÿtihadî)? La conclusión de los puntos A) y B) desarrollados con anterioridad bajo el título “La forma en que se escribían las aleyas coránicas”, es que las aleyas fueron dispuestas según lo ordenado por el Profeta (BP). No obstante el punto C) afirma lo contrario. A propósito ¿cómo fue realizado el orden de suras tales como la Sura Al-Mumtahinah? ¿Acaso la ordenación de las aleyas en todos las suras fue por orden del Profeta (BP)? ¿O acaso la ordenación de las aleyas en la mayoría de las suras fue por orden del Profeta (BP) y en otras fue siguiendo el criterio de los Sahâbah o Compañeros del Profeta? La respuesta a todos estos interrogantes es importante ya que representa un papel significativo en la presentación de la fase histórica de la recopilación del Corán. Muchos exegetas e investigadores de las Ciencias Coránicas creen que las aleyas fueron dispuestas así por orden del Enviado de Dios (BP). Ÿalâl Ad-Dîn Suîûtî asegura: “El consenso de los sabios y también numerosos dichos afirman que el orden de las aleyas fue establecido por parte del Profeta (BP), y que al respecto no existe duda alguna.”[17] Él respalda su idea en algunos dichos.[18] Dice: “De entre los textos que en general indican que la disposición de las aleyas fue realizada por el Profeta (BP), son los dichos que nos manifiestan que el Mensajero del Islam recitaba diferentes suras coránicas en tiempos y lugares diferentes. Por ejemplo, en la obra Sahîh de Al-Bujârî observamos que el Profeta (BP) recitaba la Sura Al-’Arâf en la oración del ocaso y la Sura Al-Insân y Âlif Lâm Mîm Tanzîl…(Sura As-Saÿdah) en las oraciones del alba de los viernes...”.[19] Qâdî Abû Bakr Bâqilânî ha expresado en la obra Intisâr: “El orden de las aleyas conformaba un asunto obligatorio y seguían un mandato indefectible. El Arcángel Gabriel decía: “Colocad tal aleya en tal lugar”. Así también sostiene que la comunidad islámica registró el orden de las aleyas de cada sura según lo recitado y ordenado por el Profeta (BP), del mismo modo que recibieron de él la forma de recitación de las mismas. Makkî y otros han dicho: “El orden de las aleyas en las suras, fue por disposición del Profeta y ya que él no ordenó colocar Bismil·lah en la Sura At-Taûbah, esta sura ha quedado sin Bismil·lah”.[20] Así también, Zarkishî transmite el dicho de Abûl Husaîn Ibn Fâris (Ahmad Ibn Fâris Ibn Zakarîâ) que dice que la recopilación de las aleyas en las suras fue realizada por orden divina, siendo el Profeta (BP) quién asumió esta orden.[21] Pero, ¿acaso ésta es la realidad? ¿Acaso el orden de todas las aleyas en todas las suras fue realizada por disposición del Profeta? Si esto fuese así, entonces todas las aleyas mecanas deberían estar en las suras mecanas y todas las aleyas medinesas en suras medinesas, mientras que los sostenedores de esta misma hipótesis tales como Suîûtî y Zarkishî hablan desarrolladamente en sus escritos de las aleyas exceptuadas (aleyas mecanas en suras medinesas y viceversa) y nos presentan ejemplos. Si alguien argumenta que en algunas ocasiones el propio Profeta (BP) alteraba este orden, esto es, por orden de Dios, la respuesta es clara: al igual que mencionamos anteriormente son contados los casos en los que el Profeta (BP) ordenó poner una aleya en una sura específica revelada anteriormente. La mayoría de quienes sostienen que las aleyas coránicas fueron dispuestas por orden del Profeta, se amparan en estos mismos casos. Ellos deducen un fallo general para todas las aleyas coránicas basándose en un solo dicho relatado por ‘Uzmân Ibn Abî Al ‘Âss o Ibn ‘Abbâs, mientras que este dicho sólo se refiere a la determinación de la ubicación de una sola de las aleyas. El argumento expuesto por Suîûtî tampoco es completo, ya que atribuir al Profeta (BP) la recitación de suras coránicas en diferentes tiempos y lugares, en primer lugar no abarca todas las suras; y en segundo lugar, hablamos de la recopilación y ordenamiento de las aleyas y no de su recitación. Esta recopilación ha sido realizada tanto durante la vida del Enviado de Dios como después de su fallecimiento, y la recitación del Profeta (BP) no niega la posibilidad de la modificación de este orden por parte de otros. La verdad es que no se puede defender la hipótesis de que todas las aleyas coránicas conservan un orden establecido por el Profeta, y entonces debemos buscar otra respuesta. El autor de At-Tamhîd opina que en algunas pocas suras las aleyas no siguen el orden natural del descenso, ni tampoco contamos con un texto en especial del Profeta (BP) relacionado a su ordenamiento. Entonces debemos afirmar que por lo menos algunas suras no observan un orden divino.[22] No obstante, ‘Al·lâmah Tabâtabâ’î’, aunque estima que las aleyas en la mayoría de las suras coránicas mantienen un orden establecido por el Profeta (BP), no considera escaso el número de suras ordenadas en base al criterio de algunos Compañeros. Según ‘Al·lâmah Tabâtabâ’î’ la ubicación actual de algunas aleyas que fueron reveladas en forma aislada, no está exenta de la intervención de los Compañeros. Esto se desprende de lo aparente de las narraciones relativas a la primera recopilación del Corán (durante la época del primer Califa).[23] Los recopiladores del Corán. Aunque un grupo en especial asumía la escritura del Corán, no podía haber impedimento alguno en que los Compañeros tratasen de escribir las aleyas y suras coránicas para su propio uso. Qutâdah interrogó a Anas Ibn Mâlik: “¿Quiénes recopilaron el Corán durante la vida del Mensajero de Dios?”. Y él respondió: “Cuatro personas, todas las cuales pertenecen a los Ansâr: Ubaîî Ibn Ka‘b, Ma‘âdh Ibn Ÿabal, Zaîd Ibn Zâbit y Abû Zaîd”.[24] En otra narración encontramos: “El Profeta falleció mientras que únicamente cuatro personas habían recopilado el Corán: Abû Ad-Dardâ’, Ma‘âdh Ibn Ÿabal, Zaîd Ibn Zâbit y Abû Zaîd”.[25] Abû ‘Abdil·lah Zanyânî argumenta: “Algunos de los Sahâbah recopilaron todo el Corán durante la vida del Enviado de Dios (BP) y algunos otros solo parte de éste durante su vida, y completaron su obra luego de su partida”. Muhammad Ibn Is·hâq en su libro Al-Fihrist menciona a los recopiladores del Corán durante la vida del Profeta (BP): ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P), Zaîd Ibn ‘Ubaîd Ibn Nu‘mân Ibn ‘Amrû Ibn Zaîd, Abû Ad-Dardâ’ (‘Uwaîmir Ibn Zaîd), Ma‘âdh Ibn Ÿabal, Abû Zaîd Ibn Zâbit Ibn Zaîd Ibn Nu‘mân, Ubaîî Ibn Ka‘b Ibn Qaîs, ‘Ubaîd Ibn Mu‘âwîîah y Zaîd Ibn Zâbit”.[26] Algunos han dicho que el término ÿam’ en estos dichos significa memorizar y no recopilar, ya que también se denominaba a los memorizadores del Corán “ÿummâ’ del Corán”. Aunque esto fuese correcto, este dicho no es su caso ya que los memorizadores del Corán en la época del Mensajero Divino fueron muchos más, incluso algunos sostienen que los escritores del Corán también fueron más que los mencionados, ya que en muchos dichos se estimula a la gente a recitar el Corán contemplando las escrituras, y esto demuestra que eran numerosas las escrituras coránicas en la época del Profeta (BP).[27] Hâkim en su obra Mustadrak afirma: “El Corán fue recopilado tres veces y la primera recopilación ocurrió durante la vida del Profeta”.[28] Naturalmente no existe ninguna prueba de que los recopiladores del Corán en la época del Profeta, se hayan también dedicado al ordenamiento y elaboración de las suras. Lo que es seguro es la escritura y el registro del Corán durante la época del Profeta (BP), y todos los testimonios demuestran la gran importancia que el Profeta (BP) prestaba a este asunto. Conclusión: Desde el principio de la revelación del Corán todos los musulmanes utilizaron sus capacidades y fuerzas tanto para memorizar el Corán, como para su escritura. No existe una estadística exacta de los escritores de la revelación, pero todos sostienen una opinión unánime en cuanto a algunas personas tales como: ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P), Ma‘adh Ibn Ÿabal, ‘Ubaî Ibn Ka‘b, Zaîd Ibn Zâbit y ‘Abdul·lah Ibn Mas‘ûd. Los dichos históricos mencionan algunos elementos utilizados para registrar el Corán, tales como: lijâf, riqâ‘, adîm, aktâf, aqtâb, adlâ‘, harîr y qarâtîs. Los escribas de la revelación registraban las aleyas coránicas según el orden de su revelación por orden del Profeta; y la revelación de “Bismil·lah” era señal de la culminación de una sura e inicio de otra. En algunos casos, por determinación del Profeta o por orden del Arcángel Gabriel las aleyas reveladas eran intercaladas en otras suras. La disposición de las aleyas coránicas fueron realizadas por orden del Profeta (BP) en la mayoría de las suras y existen unas pocas cuyo ordenamiento ha sido realizado en base al criterio de los Compañeros del Profeta (BP). Algunos de los Compañeros durante la vida del Profeta (BP) se esforzaron por reunir las aleyas y las suras del Corán para su empleo personal. Fuente: “Lecciones sobre Las Ciencias Coránicas” www.islamoriente.com ________________________________________________________________________________ [1] Tâ’rîj Qur’ân, Dr. Râmîâr, p.266. [2] Tâ’rîj I‘aqubî, t.2, p.80. [3] Madjal Al-Tafsîr, p.240. [4] Ídem, p.241. [5] I‘ÿâz Al-Qur’ân, p.32. [6] Bihâr Al-Anwâr, t.89, p.40. [7] Tâ’rîj Qur’ân, p.277. [8] At-Tamhîd, t.1, 212. [9] Ídem; Al-Mîzân, t.12, p.127-128. [10] Al-Burhân, t.1, p.334; Al-Itqân, t.1, p.190. [11] Maÿma‘-ul Baîân, t.2, p.394. [12] Al-Mîzân, t.12, p.127; Al-Itqân, t.1, p.190. [13] Hâtib Ibn Abî Balta‘ah: aceptó el Islam y emigró a Medina mientras que su esposa había permanecido en La Meca. Los de Quraîsh, preocupados por que el Profeta pudiese iniciar una guerra, pidieron a la esposa de Hâtib que a través de una carta requiriese información a su esposo. Hâtib en respuesta a su carta informó que el Profeta (BP) tenía la intención de luchar y dio la carta a una mujer llamada Safîah. Ella escondió la carta entre sus cabellos y marchó hacia La Meca. En este momento bajó el Arcángel Gabriel e informó al Profeta (BP). Él envió a Imâm ‘Alî (P) y a Zubaîr Ibn ‘Awâm en busca de aquella mujer. Cuando la encontraron el Príncipe de los Creyentes le preguntó: “¿Dónde está la carta?”. La mujer negó tenerla. Revisaron sus cosas pero no hallaron nada. Zubaîr dijo: “¡No le encontramos nada!” El Imâm respondió: “¡Por Dios que el Profeta no ha dicho más que la verdad…”. Luego dirigiéndose hacia la mujer, dijo: “¡Juro por Dios! O me entregas la carta o llevaré tu cabeza ante el Enviado de Dios”. La mujer entregó la carta y ‘Alî (P) la entregó al Profeta (BP). El Enviado de Dios preguntó a Hâtib la intención de este acto. Él juró que no era un hipócrita, únicamente lo hizo para recompensar a Quraîsh por el buen trato que habían tenido hacia su esposa. En ese momento fueron reveladas estas aleyas (Al-Mîzân, t.29, p.235). [14] Sabî‘ah Aslamîah: fue una mujer musulmana que había emigrado a Medina. Ella había abandonado a su esposo que era un hombre incrédulo para refugiarse en el Profeta (BP). El hombre se presentó ante el Profeta (BP) en busca de su mujer. Su llegada coincidió con el Pacto de Hudaîbîîah, donde el Profeta había pactado con los de Quraîsh que cualquiera de la tribu de Quraîsh que se refugiase en los musulmanes, lo regresaría. En esta situación fueron descendidas estas dos aleyas. [15] En la conquista de La Meca, cuando el Profeta se encontraba en el Monte de Safâ’, después de que todos los hombres habían realizado ya el juramento de lealtad con el Profeta, vinieron las mujeres para realizarlo también. Fue entonces cuando esta aleya fue descendida. (Maÿma‘-ul Baîân, t.9, p.413). [16] Bihâr Al-Anwâr, t. 89, p.67-70; At-Tamhîd, t.1, p.214. [17] Al-Itqân, t.1, p.189. [18] Dos dichos referentes a ello han sido mencionados en el punto B) con anterioridad. [19] Al-Itqân, t.1, p.191 y 192. [20] Ídem, p.193. [21] Ídem. [22] At-Tamhîd, t.1, p.214. [23] Al-Mîzân, t.12, p.127. [24] Sahîh Al-Bujârî, t.9, p.47; Al-Burhân, t.1, p.334. [25] Bihâr Al-Anwâr, t.89, p.77. [26] Tâ’rîjul Qur’ân, cap.8, p.46. [27] Haqâ’iq Hâmmah Haûlal Qur’ânil Karîm, p.99 y 100. [28] Al-Burhân, t.1, p.331; Al-Itqân, t.1, p.181.
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